Si existe un tercer cielo, también deben haber otros dos cielos. El primero es frecuentemente referido en el Antiguo Testamento como el “cielo o firmamento,” el cual aparece como un arco que se extiende sobre nuestra tierra. El segundo cielo es el espacio interestelar, que es la residencia de los seres sobrenaturales angélicos y cuerpos celestes (Génesis 1:14-18).
El tercer cielo, cuya localización no se revela, es la residencia del Dios Trino. El plan de Dios es llenar el cielo con creyentes en Jesucristo. No en vano la palabra cielo es asociada con la vida eterna. Jesús prometió preparar un lugar para los verdaderos cristianos en el cielo (Juan 14:2). El cielo también es el destino de los santos del Antiguo Testamento, quienes murieron confiando en la promesa de Dios del Redentor (Efesios 4:8). Cualquiera que cree en Cristo, no perecerá, sino que tendrá vida eterna (Juan 3:16).
El apóstol Juan fue privilegiado al ver e informar sobre la ciudad celestial (Apocalipsis 21:10-27). Juan atestiguó que el cielo posee la “gloria de Dios” (Apocalipsis 21:11). Esta es la gloria Shekinah o la presencia de Dios. Al no haber noche en el cielo y ser el Señor su luz; el sol y la luna ya no serán necesarios (Apocalipsis 22:5).
La ciudad está llena de brillantes y costosas piedras preciosas y de jaspe claro como el cristal. La ciudad también tiene 12 puertas (Apocalipsis 21:12) y 12 cimientos (Apocalipsis 21:14). El paraíso del Jardín del Edén será restaurado; el río de agua de vida fluirá libremente, y el árbol de la vida será nuevamente accesible, dando cada mes su fruto, y cuyas hojas serán para la “sanidad de las naciones” (Apocalipsis 22:1-2). Aunque Juan fue elocuente en su descripción del cielo, la realidad del cielo está más allá de la habilidad del hombre finito para describirlo (1 Corintios 2:9). Y sin embargo es más real que esta tierra, la cual desaparecerá.
El cielo es un lugar de “no más.” Y ya no habrá más llanto, no mas clamor, y no mas dolor (Apocalipsis 21:4). Ya no habrá más separación porque la muerte será conquistada (Apocalipsis 20:6). Lo mejor acerca del cielo es la presencia de nuestro Señor y Salvador. Estaremos cara a cara con el Cordero de Dios, Quien nos amó y se sacrificó a Sí mismo, para que pudiéramos disfrutar de Su presencia por la eternidad.
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